La serie de persiguiendo a cancellara ofreció por primera vez una incursión en la atmósfera del ultraciclismo la semana pasada con una ronda que unió Zúrich con Zermatt a lo largo de 290 km y más allá de los cantones de Zúrich, Aargau, Lucerna, Obwalden, Berna y Valais.
Una experiencia para vivir necesariamente! Sobre todo porque la salida, sobre las 2 de la madrugada, le dio un plus de sabor al recorrido con buena parte de la carrera transcurriendo de noche.
Con un despertador (llamémoslo así…) poco después de la medianoche, los intrépidos rollos-siempre del juego se pusieron inmediatamente en ambiente: ¡ningún hito habitual acudiría en su ayuda durante las próximas horas! Ni la luz del día, ni el biorritmo respetado, ni la temperatura constante, ni la indicación en el lenguaje de Voltaire… es decir que se anunciaban muchas sorpresas mientras las ruedas giraban.
Tras unos primeros cien kilómetros por la campiña de Zúrich y Lucerna, salpicada de pequeñas colinas empinadas cuyos hombros dejaban entrever un carácter rural tan propio de este rincón de la meseta suiza, el primer obstáculo real de la jornada resultó ser el paso de Glaubenbuelen situado en la reserva de Entlebuch, etiquetada por la UNESCO.
Un magnífico pase en los recuerdos del autor de estas líneas. Un camino sinuoso y sauvage que brinca entre los abetos centenarios y los picos rocosos... de noche el paisaje es inevitablemente menos sexy... resumiéndose en la pálida viga que tiembla sobre el betún más allá de su rueda delantera.
Después del sinuoso descenso envuelto en parches de niebla, lo que le dio a la inmersión en el lago Sarnen una Sleepy Hollow de los más exitosos (todavía faltaba Johnny Depp es verdad...) y los Brünig superan no sin un rápido salú intercambiado con Spartacus (¿su tarifa es probablemente más baja que la de Johnny?), el interminable Grimsel finalmente mostró el final de su asfalto.
El frío húmedo que arreciaba a lo largo de sus laderas no hacía más que aumentar la liberación de bucear en Gletsch y lo que queda de la mirada en el glaciar del Ródano. Probablemente uno de los momentos en los que entrar en el territorio del Valais me dio más placer después, por supuesto, de ese famoso miércoles de agosto de 2012 cuando un accidente en la trinchera cubierta de Saint-Maurice en la A9 había tomado el tiempo de viaje entre Lausana y el Viejo. País equivalente a un viaje realizado en diligencia.
A partir de ahí, la caída por el valle de Goms y el ascenso final hacia el Matterhorn parecían nada más que una formalidad que disfrutamos a veces, especialmente porque el mercurio finalmente parecía cruzar la barra de bien - sea la temperatura del ciclista fijada arbitrariamente en 12°C (con calentadores de brazos).
En resumen, un hermoso día como cada vez que el kilometraje supera los 200 kilómetros y la satisfacción de saber que, después de todo, es relativamente fácil regresar de la Suiza de habla alemana, ¡incluso en bicicleta!
Fuente: Texto de Guillaume Bourgeois, veloperfección.ch
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